miércoles, 18 de julio de 2012

MI SOMBRA Y YO




MI SOMBRA Y YO

  Nadie nos lo ha dicho nunca, pero cuando nacemos, además de un alma nos dotan de una sombra. Como el alma, es algo que no se ve, y no nos lo dicen para que tengamos una vida sin preocupaciones, para que no estemos pendientes más que de mantener nuestra alma en las mejores condiciones, para que la sombra no haga que tomemos decisiones que de otra forma no tomaríamos.
 Pero yo la he visto, bueno no la he visto físicamente, pero he sentido su presencia, del mismo modo que siento el alma. 
 La primera vez que me di cuenta de ella, tendría unos diez años, cuando tuvimos el accidente de coche que me mantuvo en coma dos días. Fue el hecho de sentirla lo que hizo que abriera los ojos y mirara con cierta angustia a mi alrededor. Mi madre, que en ese preciso momento estaba a mi lado, no hacía más que repetirme que no pasaba nada, que estuviera tranquilo. Pero sabía que estaba allí y me provocaba un gran desasosiego, tanto que el monitor de mi corazón se puso a pitar porque mis latidos habían llegado a más de ciento cuarenta por minuto. Cinco minutos después, había dejado de sentir su presencia. No pude explicar a mi madre que es lo que sentía, no tenía idea de lo que era la sombra, ni cómo explicar algo que no se ve. Sin embargo, mi madre, mi querida madre, mi añorada madre, no dejaba de repetirme que todo había sido fruto de un mal sueño producto del accidente que había sufrido, que no tenía que preocuparme por nada, que todo estaba bien.
 Y como yo deseaba que fuera cierto, me auto convencí que lo era.
 Durante años no volví a sentirla, pero cuando empecé a estudiar Medicina su presencia se hizo más fuerte. Y no sólo sentía la mía, sino que era capaz de sentir la sombra de ciertas personas, personas que no tardarían en dejar este mundo. En ellas, la sombra ocupaba casi todo su aura, sólo quedaba un pequeño resquicio de luz, a veces tan pequeño, que incluso el alma  que luchaba por mantenerse , era incapaz y escapaba por ese diminuto espacio que terminaba por cerrarse un vez que lo hacía.  Y en ese momento la sombra adquiría su máximo esplendor.
 Cada día notaba como la sombra iba ganando espacio, y cada día mi angustia aumentaba. Tanto que tuve que dejar mi carrera, someterme a terapia psicológica, buscar entretenimiento mental estudiando cualquier cosa que me hiciera dejar de pensar en ella. Pero todo era inútil, ella ganaba su espacio día a día, y yo era consciente de ello. No quería relacionarme con nadie,  porque sabía lo grande que era la sombra de cualquier persona. Mi psiquiatra, que fue capaz de escucharme sin reírse, se convenció de que lo que decía era cierto, cuando le dije que su sombra era ya demasiado grande, que no tardaría más de dos meses en llegar a ocupar todo su espacio. Una semana después le diagnosticaron un cáncer de páncreas, y un mes después la sombra consiguió su trofeo. Como buen profesional que era, dejó sus notas a un compañero psiquiatra, al que me encomendó, que las leyó un poco escéptico.
 El primer día que acudí a su consulta me miró de arriba abajo, me sonrió, y antes de decirle  buenos días me dijo:
 “Mi sombra es mía, y no consiento que nadie me hable de ella”.
No sé si aquello me sirvió como repelente, o me hizo pensar que no tenía derecho a inmiscuirme en la vida de los demás, pero dejé de sentir las sombras de las personas de mí alrededor.
No conseguí dejar de sentir la mía, porque la mía era mía, y tenía derecho a sentirla, pero al dejar de sentir la de los demás, pude volver a tener vida social.
 He aprendido a vivir con mi alma y con mi sombra, y aunque sé el tiempo que me queda, ya no me angustia, porque finalmente he logrado tener momentos, largos momentos, en los que he conseguido olvidar su existencia.
 Quizá contribuyó  el hecho de haber sido capaz de cumplir con los objetivos de mi vida o que he logrado ser feliz, no lo sé. Pero hoy día, me siento tranquilo, calmado, sabedor de que mi tiempo ha llegado a su fin, y dispuesto a aceptar que hay cosas que no pueden cambiarse, como tener los ojos azules o tener el pelo negro.  Ahora, que sólo me quedan minutos, sabré el lugar donde morará mi alma, y eso es más grande que la sombra que me invade.