PALABRAS EN EL VIENTO
No sé si lo que pienso en estos momentos podrá llegarte alguna vez. No puedo escribir en un papel, no puedo hablar contigo, y sin embargo siento la necesidad de decirte tantas cosas…
Me dijeron una vez que, a veces, sólo con pensar fervientemente lo que uno quiere puede convertirse en un deseo realizado. Y aquí estoy, pensando, intentando que “eso” funcione, pues no hay otro medio a mi alcance. Quizá el aire sea el vehículo de mis pensamientos y puedan llegar a ti en una brisa fresca alguna de las mañanas que vienes a verme.
Crees que sólo puedes visitarme allí, y sin embargo yo te persigo todo el día. Y lo hago desde hace mucho tiempo, o al menos eso me parece, porque el tiempo para mí ya no es lo mismo. A veces parece que fue ayer cuando paseábamos por el parque cogidos de la mano y otras tengo la sensación de que ocurrió hace muchos años. Sin embargo, yo sigo viéndote de la misma forma que la primera vez, tus ojos no han sido capaces de engañarme nunca. Tus labios, tus dulces labios, eran miel en los míos, y eso lo echo de menos casi tanto como tus abrazos, como sentir el calor de tu cuerpo en el mío y como escuchar un te quiero mirándome a los ojos.
Te veo cuando te levantas por la mañana, te sigue costando despertar, paras una y otra vez el despertador. Lo escondes bajo la almohada y sin abrir los ojos paseas la mano por mi lado de la cama. Vas al baño y te miras al espejo, protestas ante el espejo porque tienes ojeras, pero yo no consigo verlas, sigo viéndote tan guapo como siempre. Nunca quisiste desayunar en casa, te gusta desayunar en la cafetería, pero desde hace un tiempo, no sé cuanto la verdad, ya te he dicho que el tiempo para mí ha dejado de ser importante, te quedas en casa. Preparas un café, y te sientas frente al televisor con él en la mano. Y cuando terminas de beberlo, suspiras y comienza mi infierno, porque comienzas a llorar, intento secar tus lágrimas y no puedo tocarlas. Te digo que estoy bien, que estoy contigo, que no quiero verte así. Pero no me escuchas. Te vas a la ducha, eso te calma por unos instantes. Después te vistes y sales de casa para visitarme.
Desde aquél día no has dejado de venir ni un solo día, y aunque te digo que no hace falta que vengas porque estoy contigo, no me escuchas.
¿Que me dirás hoy? Antes de que me hables, escucha al viento, él te dirá que te he amado con pasión todos los días desde que te conocí. Que los momentos que he vivido contigo han sido lo mejor de mi vida, que echo de menos tus besos, tus abrazos, tus monólogos, tus risas. Que he sido dichosa y feliz contigo. Pero que he de irme, no sé donde, pero algo tira de mí hacia algún lugar. Tira de mí cada vez con más fuerza y cada día me cuesta más impedirlo. No quiero irme sin saber que estás bien, sin que sepas todo lo que te he querido, y por ello espero que el viento no me traicione y te haga llegar todos mis pensamientos.
Escucharé atentamente lo que digas hoy.
– Aquí me tienes otra vez cariño. Han pasado tres años desde que me dejaste, y no he dejado de venir a verte desde entonces. Traigo todos los días esta rosa roja de terciopelo, la que más te gusta, para que no olvides que aún te quiero, que sigo echándote de menos cada mañana, cada tarde, cada noche. Hoy será el primer día de mi nueva vida, no porque lo haya decidido yo, sino porque mi psiquiatra me aconseja que he de dejar de venir a verte todos los días. Tengo que rehacer mi vida, y te juro que me cuesta hacerlo, porque te sigo queriendo. Es algo que no quería admitir, pero hoy no sé que he sentido al venir aquí, es como si tú me dijeras que le hiciera caso, como si me pidieras que te dejara marchar, que te liberara para que puedas iniciar tu camino allá donde estás. He sentido que deseas que le haga caso. Posiblemente sea parte de mi locura, o quizá haya encontrado la manera de despedirme de ti. Pero no creas que te olvidaré, jamás podré hacerlo, sólo te dejo marchar, me despido temporalmente de ti. Tú solo tienes que esperarme allá donde te encuentres y no olvidar que eres el amor de mi vida.
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