lunes, 4 de abril de 2016

Escaleras, escaleras, escaleras...






                                                   




Escaleras, escaleras, escaleras...



En una sala una abuela mira cómo su nieta juega plácidamente con sus muñecas. De vez en cuando sonríe viendo los gestos que realiza, o la forma de hablar con sus pequeñas amigas.

 La niña juega ajena a las miradas de su abuela,  a ese encadenado de cosas que han hecho que su abuela ya no esté pendiente y la  observe sin mirar…

“El primer paso no lo realizas solo, te empujan sin aviso, sin pedirte permiso. Es el primer escalón de un número indeterminado.

Y ahí te quedas, siendo manipulado durante años, observando e imitando lo que ocurre a tu alrededor. Lloras, pataleas e intentas que tus necesidades sean cubiertas a base de insistir. Y ciertamente, es lo único que te resarce de lo que te han obligado de dejar.

  Pero todo tiene un final y, un día sin saber lo que haces, subes el siguiente escalón. Tampoco eres consciente de lo que has hecho,  pero empiezas a sentirte bien.  Ahora quieres empezar a moverte por ti mismo sin necesidad de que te lleven en brazos ,  te gusta explorar e investigar. Pero aún no has conseguido liberarte de ciertas ataduras que impiden que hagas lo que realmente quieres.  Y tus protestas se convierten en rabietas y discusiones que nunca llegas a ganar del todo.

 Y de repente, ¡ zas! , otro escalón. Pero de este ya te das cuenta,  puedes opinar y, a veces, ¡hasta te escuchan! Te das cuenta que hay otros como tú, y decidís uniros para seguir explorando durante años todo lo que os rodea. Pero aún así, has de imitar a los que te preceden, estudias y comienzas a trabajar

  ¡ Qué ganas de dejar los estudios!¡ Al fin puedes sentirte libre para hacer lo que quieres! Acabas de subir el siguiente escalón.

Es el mejor momento, aunque tengas que trabajar y depender de tu jefe, aunque tengas que hacer visitas a tus padres,  llegas a tu casa y te sientes bien.  Hasta que un día, así sin venir a cuento , te das cuenta que quieres vivir con él.  ¡Otro escalón!

  Ahora te sientes mejor, tiene compañía. Vives bien, todo está controlado. O al menos eso piensas. Y sin saber muy bien cómo llegas a decidirlo, buscas una nueva compañía. Y entonces vuelves a subir un nuevo escalón,  plenamente consciente de lo que haces.

 Así, comenzará una nueva escalera llena de peldaños, unida a la tuya durante un largo período de tiempo, y que tendrá sus propios anclajes y formará nuevas escaleras.

¿Y ahora qué?

Sigues subiendo peldaños, ayudando  a  formar todas las escaleras que están a tu alrededor.

Hasta que un  día,  te encuentras sola en el último escalón”

 

La niña se da cuenta que su abuela no se mueve, y cree que está jugando con ella a ser una muñeca, como en tantas otras ocasiones.

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