martes, 19 de junio de 2012

Mi Plumier




MI PLUMIER

 Recuerdo, como si fuera hoy, el día  que mis padres me regalaron un plumier. Era de madera, con unos pequeños grabados de flores en la parte superior pintados en blanco y verde. Además estaba barnizado, lo que le daba un aspecto brillante. Se abría girando lentamente la mitad superior  hacia un lado dejando ver los dos espacios donde poder guardar mis lápices de colores, mi lápiz para escribir, la goma de borrar de Mylan y el sacapuntas metálico, y al hacerlo podía apreciar el olor a madera.
  Fue el regalo de mi quinto cumpleaños, el 18 de agosto de 19…  (No pienso deciros mi edad). Esperar dos semanas para poder enseñárselo a mis compañeras de curso se me hizo eterno, los días parecían pasar lentamente e incluso tuve la sensación que, de tanto mirar el plumier perdiera el brillo.  Me imaginé sentada en mi pupitre, abriendo mi cartera y colocándole sobre la mesa, era capaz de sentir la envidia que más de una me tendría, sobre todo Rosita, ella siempre conseguía cualquier cosa de sus padres y sabía que al día siguiente de verlo, tendría otro muy parecido al mío, pero no me importaba, sonreía, al fin y al cabo yo sería la primera. Me veía rodeada de mis amigas admirando mi gran tesoro y me sentía tremendamente feliz.
  Lo que no pude imaginar, fue que ese regalo traía consigo la primera gran pérdida de mi vida. Me habían cambiado de Colegio, y ni siquiera me dieron la oportunidad de despedirme de mis amigas.
   El primer día de clase en el nuevo centro, no llevé mi plumier, lo dejé en casa, fue un acto de rebeldía, una forma de protestar por no haberme dicho nada. En él puse mis lapiceros de colores favoritos, el último lápiz que use en el otro colegio, la goma de borrar desgastada y el sacapuntas metálico. Y cada tarde, al llegar a casa, abría el cajón de la cómoda donde lo había guardado y lo sacaba, le admiraba con cierta tristeza y volvía a guardarlo.
  Un día, la profesora de lengua nos pidió una redacción, no nos puso tema, dijo que cada uno podía escribir sobre aquello que más le gustara. Llegué a casa pensando sobre qué podía escribir, y cuando abrí el cajón de la cómoda supe que debía hablar de mi plumier.
  No recuerdo muy bien el contenido de mi pequeña redacción, pero sí que mi profesora me preguntó si ese plumier existía. Y que si así era, debía guardar en él mi mejor lápiz, mi mejor bolígrafo o mi mejor pluma, pues gracias a él se había descubierto a una pequeña escritora.
   He guardado el plumier durante años, y he obedecido a mi profesora, pues en él guardo mi mejor pluma, mis lápices de colores, el último lápiz que usé en mi primer colegio, una goma de borrar desgastada y un sacapuntas metálico.  Y junto a él, hay un montón de historias, cuentos, poemas y pensamientos que aún nadie ha leído.  Posiblemente algún día alguien abra el cajón y los encuentre, sólo espero que disfrute con su lectura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario