EL PASO DEL TIEMPO
— Creota, dime ¿cómo eran los libros?
— Los
libros se hacían con papel y tinta. El papel se obtenía a partir de la pasta de
celulosa que, a su vez, se obtenía a partir de la madera de ciertos árboles
cómo el pino, abedul o alerce. Y la tinta….
— ¡Para,
para, Creota! ¿Árboles? ¿Qué son los arboles? Ponme imágenes, por favor.
— Como desees, ahí las tienes.
— ¿Eso
son arboles? ¿Se movían? ¿Olían? ¿Donde están ahora?
— Los
arboles existieron en la Tierra hasta el siglo XXIII, intentaron repoblarlos cuando
su número descendió por los incendios y la sobreexplotación. Pero al final,
hubo una plaga de insectos que acabó con todos ellos
— Rodéame
de arboles Creota, me encantaría sentirlos.
— Cómo
desees.
— ¡Es una maravilla! ¿Cómo pudieron
esquilmarlos de esa forma? ¿Los libros fueron los culpables? ¿Se necesitaba
tanto papel para hacerlos?
— No
fueron los libros, porque en el siglo XXI se inventó el libro electrónico. Se
podía leer en el ordenador cualquier libro, eso hizo que la propiedad intelectual se viera
dañada, así como los derechos de autor.
— Pero
si ahora cualquiera puede descargarse en su cerebro cualquier obra, tanto
musical como literaria.
— Sí,
y los autores son pagados por ello, por cada descarga reciben un porcentaje.
— ¡ Ah,
bueno! eso ya lo sabía.
— De
todos modos, ¿aún existen libros?
— Sí,
están custodiados, porque los insectos
que aniquilaron los arboles también destruyeron miles de libros. Las
bibliotecas tuvieron que darse mucha prisa para guardar los ejemplares más
importantes, aún así, se perdieron
muchos. Pero siempre nos quedaran los que se digitalizaron.
— Y
¿qué diferencia había entre un libro electrónico y uno de papel? el contenido
es el mismo.
— Si,
el contenido sí. Pero muchos lectores echaban de menos el olor del papel
impreso, el tacto, el hecho de pasar una página, escribir dedicatorias o marcar
ciertos pasajes. El tacto de un libro creaba un vínculo con el lector que no se
reemplazó por el electrónico y, menos aún, con el que ahora tenemos. Hoy, eres
capaz de leer un libro en menos de cinco segundos. Antes, podías pasar días
leyendo uno. Había gente que llevaba su libro en el transporte público, o lo
leía en el parque, bajo los árboles en primavera, o incluso, en su casa cerca
de una chimenea en invierno.
— No
me lo imagino, la verdad. Eso era una pérdida de tiempo.
— No,
no lo era. Era una forma de traspasar los pensamientos, de hacer sentir, de
razonar, de disfrutar, que ahora no tenéis.
— Pero
si yo he leído ya más de cinco mil obras distintas, en esa época la gente no tenía tiempo para tantas
obras a lo largo de su vida, y yo solo
tengo 15 años.
— No
lo has leído, te lo han implantado, no es lo mismo. No te has conmovido, ni reído,
ni siquiera has sentido la intriga de saber qué es lo que va a pasar.
— ¿Y
qué ganaría con ello?
— Eso
mi querida niña, es algo que jamás podré enseñarte.
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